Carolina Sanín: “La única manera de salvarse de la violencia es escapar a la identificación”

Carolina Sanín: “La única manera de salvarse de la violencia es escapar a la identificación”

“Ponqué y otros cuentos”, el libro de relatos que la escritora colombiana Carolina Sanín publicó en 2010 y que Blatt & Ríos reedita ahora en la Argentina, edifica con lenguaje musical un universo en el que las historias de distintas mujeres cambian repentinamente, habilitan una trama soterrada y alteran el discurrir esperado al principio de cada uno de estos siete cuentos.

Por Ana Clara Pérez Cotten (Télam)

“La pregunta original de un autor o una autora (no porque sea la primera que se hace, sino porque está detrás de todas las demás) es la pregunta por la creación del primer personaje suyo, que es el de quien escribe”, define Sanín durante un intercambio con Télam a partir de la publicación en el país de su primer libro de relatos.

Autora de “Los niños”, “Somos luces abismales” y “Tu cruz en el cielo desierto”, nació en Bogotá en 1973, es licenciada en Filosofía y Letras, columnista, docente y multifacética al punto que condujo un programa televisivo de interés general en Colombia.

“Ponqué y otros cuentos” llegó a las librerías a fines de 2022 y días después de que el nombre de Sanín se multiplicara al infinito en las redes. ¿El motivo? Epocal: una denuncia de cancelación. La editorial Almadía decidió rescindir el contrato que tenía con la escritora argumentando estar en contra de su postura sobre la política identitaria. La decisión del sello mexicano encendió el debate alrededor de la cancelación y, con la cadencia de un dominó, se generó una ola de repudio en redes contra autoras que se habían solidarizado con la escritora de “Somos luces abismales” como Mariana Enríquez o la psicoanalista Alexandra Kohan y que, ante la virulencia de acusaciones como “escritoras transfóbicas” o “terfs”, decidieron abandonar en un solo movimiento la discusión y sus cuentas en Twitter.

“Estamos esperando este libro precioso de Carolina Sanín que va a ser nuestro cuarto libro con ella y trabajaremos para que sean muchos más. No deje de leerlo cuando llegue a librería. Es un Sanín: es una joya. Estamos orgullosos y agradecidos de ser sus editores”, tuitearon en aquel momento los responsables de Blatt & Ríos, en un gesto en el que se interpreta la voluntad editorial de separar la obra de la posición política e ideológica de la autora.

A diario, Sanín usa su cuenta de Twitter para defender sus posiciones sobre la política identitaria. Se refiere al “dogma de género”, cuestiona el transactivismo y suele denunciar el “borrado de mujeres”.

Los cuentos de “Ponqué” -la palabra con la que en Colombia se nombra a una torta similar al bizcochuelo y que es también el título de uno de los relatos- escapan de la estructura tradicional del inicio-nudo y desenlace y proponen un recorrido circular y fragmentado en el narrador muchas veces recurre a la memoria o el fluir de la conciencia.

Los personajes y las tramas de los cuentos se superponen hasta generar un clima onírico en el lector. Una colombiana llamada Miriam que desea ser judía para honrar su nombre; una mujer que escucha la radio que no soporta que la locutora se ría sin que ella sepa de qué; otra que reflexiona sobre la teoría del cosmos en un colectivo que, se cree, va hacia el mar; una pareja que viaja en tren en una travesía que es circular y sin destino; una mujer que bate su récord de vida el día de su cumpleaños número 25 y otra que soporta cómo su enamorado se fija en otra.

-Télam: En plena moda de la autoficción en la literatura, ¿crees que la literatura es en definitiva una manera de suplantar la identidad?

-Carolina Sanín: Creo que la literatura es una manera de afirmar que la identidad es flexible, maleable y voluble y, sobre todo, varia. O sea, que la identidad no existe. Un condenado por un juicio se identifica, para poder ser castigado, con un delito; un personaje de fábula se identifica, para poder ser ilustrativo y didáctico, con un rasgo. Pero el ser humano no puede coincidir con ninguna identidad. Y eso es algo que la literatura sabe y que debe afirmar.

-T: Son cuentos cortos, con musicalidad, sólidos y cierran como en una burbuja. ¿Qué te gusta del género y qué te permiten las reglas del cuento?

C. S.: No sé qué reglas tiene el cuento. Y tampoco me atengo a un género. Describí escenas, puse imágenes e inventé situaciones en pocas páginas, nada más.

-T.: En el último tiempo tomaste en las redes y en las intervenciones públicas posiciones muy claras respecto de la llamada “política de identidad”. ¿Cómo lidiás con la avalancha de insultos en las redes? ¿Cómo conviven esa esfera pública con la vida interior de una escritora?

-C. S.: Fue duro y desconcertante, y también hizo que me afirmara en lo que pienso con respecto a la identidad: si yo creyera que soy aquella a la que insultan, no podría volver a hablar nunca. La única manera de salvarse de la violencia, del sometimiento y de la falsedad es escapar a la identificación.

-T: Blatt y Ríos decidió, después de la decisión de Almadía, lanzar Ponqué y desde hace años tiene tus libros en un catálogo en el que convive con autoras que escriben desde la militancia feminista o identitaria. ¿Cuál te parece que debe ser el rol de los sellos en la era de la cancelación y los lectores de sensibilidad? Y más allá de tu experiencia con Almadía, ¿cuál es tu experiencia en esto con las editoriales?

-C.S.: Me parece que Blatt & Ríos actuó responsablemente al considerar el interés estético que mi obra podía tener para la editorial y para las lectoras, por encima de las diferencias o coincidencias políticas que ellos y ellas pudieran tener conmigo. Creo que un editor debe estar comprometido con la libertad, con la lectura y con la complejidad, que son nombres o facetas de una misma cosa. La editorial mexicana Almadía desistió de publicar mis libros, cuyos derechos había comprado, no por lo que dijeran esos libros (en los que ni siquiera se toca el asunto problemático), sino por mis opiniones en Twitter con respecto a la política de identidad de género, que considero contraproducentes para los intereses de las mujeres y las reivindicaciones del feminismo. Me parece una decisión de gente desdeñosa o desconocedora el derecho a disentir. Además de Almadía, no he tenido problemas con ninguno de mis editores ni editoras.

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