Héctor Alterio inició su despedida de los teatros con una sublime intervención escénica

Héctor Alterio inició su despedida de los teatros con una sublime intervención escénica

Una ovación lo recibió de pie y una ovación, más agradecida y consistente por el presente antes que por la trayectoria, despidió de pie anoche a Héctor Alterio, que con su espectáculo “A Buenos Aires”, función con la cual arrancó la primera de sus 12 presentaciones porteñas con las que se retira del teatro.

Acompañado por Juan Esteban Cuacci en piano, un Alterio flaco, algo frágil pero vital, entregó anoche en el teatro Astros una interpretación convincente y deslumbrante en algo que no fue ni una recorrida biográfica ni una interpretación teatral clásica sino la conexión viva con la palabra de los poetas, algunos vinculados al tango y otros españoles.

A lo largo de la hora que dura el espectáculo, el actor hilvana distintos textos que amasa e interpreta con una capacidad suprema para sacar de ellos sus entonaciones más profundas y reveladoras con una naturalidad que hipnotiza y asombra.

Hay palabras de ese decir, cuando interpreta por ejemplo a León Felipe, cargadas de misterio y asombro que parecen portar toneladas de historia y de tiempo.

En un ida y vuelta entre Buenos Aires y Madrid, donde pasó parte de su vida y desarrolló su actividad a partir del exilio que lo alejó del país en 1975, primero interpreta poemas vinculados al tango que, dice, fue la poesía en que fue “tallado”.

Así arranca con “El último organito”, de Homero Manzi, con una convicción y una belleza que le devuelve a ese tango un esplendor olvidado.

Y luego acomete “Al mundo le falta un tornillo”, una canción con letra de Enrique Cadícamo que popularizó Gardel y que si bien es antigua (1933) bien podría ser actual por las penurias que describe, a propósito de lo cual Alterio se permitió algún pase de comedia con Cuacci, su escudero sobre el escenario, evocando aquel verso que dice “se acabaron los robustos”.

Terminada esta primera parte, vinculada con todo el desarrollo que tuvo su trabajo en el país, Alterio relata acontecimientos en relación con el exilio, el dolor por dejar el país, la obligación de aprender otro modo de hablar para actuar, hasta que logra situar el ancla en León Felipe, el gran poeta español que debió abandonar su país ante el avance primero, y la consolidación después, de la dictadura franquista y que vivió en México desde 1938 hasta su muerte en 1968.

De él toma y juega con distintos textos hasta que llega el recitado del extenso “Qué lástima”, una cima literaria que Alterio no solo escala sino que despliega con variedad de entonaciones y con una capacidad sorprendente para dar a cada palabra tal fuerza y tal sentido que todas ellas encadenadas generan en el espectador una experiencia conmovedora e inolvidable.

El recitado de “Qué lástima” es sin dudas el punto más alto de todo el espectáculo y ese momento vale por todo lo que un actor de la dimensión de Héctor Alterio puede ofrecer sobre el escenario.

Luego vuelve sobre Buenos Aires con poetas más actuales, lee un texto dedicado a Astor Piazzolla y otro, “Siempre se vuelve a Buenos Aires”, de Eladia Blazquez, así como “Teoría de los buenos deseos” de Hamlet Quintana Lima, para adentrarse en el cierre del espectáculo y entregar sobre el final “Vencidos” (“por la manchega llanura/se vuelve a ver la figura/de Don Quijote pasar”), otra vez con León Felipe.

El espectáculo “A Buenos Aires” con el que Alterio se despide fue ideado y creado por su esposa Angela Bacaicoa y es de una gran inteligencia y amor.

No rebaja a Alterio a la simpleza chata de la anécdota ni lo exige en compromisos teatrales para los que su cuerpo podría ser frágil, sino que recorre su vida a través de la poesía, extrayendo de un interprete de dimensiones gigantes toda la libertad y sabiduría que construyó a lo largo de los años para decir unos textos con los que deslumbra y sorprende.

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