49 años de La Noche de los Lápices: Los lápices siguen escribiendo en las calles de la memoria

49 años de La Noche de los Lápices: Los lápices siguen escribiendo en las calles de la memoria

Hoy, a 49 años del horror que irrumpió en las madrugadas La Plata, se detiene para recordar “La Noche de los Lápices”, uno de los capítulos más oscuros y emblemáticos de la dictadura cívico-militar que asoló al país entre 1976 y 1983.

El 16 de septiembre de 1976, grupos de tareas de la Policía Bonaerense, bajo las órdenes del general Ramón Camps y el comisario Miguel Etchecolatz, secuestraron a diez estudiantes secundarios de entre 14 y 18 años, militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Su “delito”: organizar reclamos por el boleto estudiantil gratuito y soñar con una sociedad más justa, en un contexto de represión sistemática contra la juventud que osaba cuestionar el régimen terrorista.

Seis de ellos –María Claudia Falcone (16 años), Francisco López Muntaner (16), María Clara Ciocchini (18), Horacio Ungaro (17), Daniel Racero (18) y Claudio de Acha (18)– continúan desaparecidos, víctimas de torturas en centros clandestinos como el Pozo de Arana y Banfield, y de un plan de exterminio que dejó más de 30.000 desaparecidos en todo el país. Cuatro sobrevivieron –Emilce Moler, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Pablo Díaz– para testimoniar el horror y mantener viva la llama de la memoria.

El contexto de aquellos días era de terror absoluto. La dictadura, que había tomado el poder el 24 de marzo de 1976, suspendió en agosto de ese año el boleto estudiantil –conquista de 1975– con el deliberado propósito de identificar y eliminar a los líderes juveniles, calificados en un documento policial como “integrantes de un potencial semillero subversivo”.

El operativo, bautizado irónicamente “La Noche de los Lápices” por el comisario Alfredo Fernández, se extendió del 15 al 21 de septiembre, coincidiendo con el aniversario del golpe de 1955 contra Perón, para escarmentar a la militancia peronista juvenil ligada a Montoneros.

Los secuestros ocurrieron en domicilios de La Plata: irrumpieron con ametralladoras, arrastraron a los adolescentes de sus camas y los sometieron a picana eléctrica y violaciones en los sótanos de la represión. “No fue solo por el boleto; querían cambiar el mundo”, resume Emilce Moler, sobreviviente, en un testimonio que resuena hoy como ayer.

Esta fecha, declarada Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios por ley en Buenos Aires y el Día Nacional de la Juventud desde 2014, trasciende el luto para convertirse en un llamado a la acción. En 2024, el Juicio por el Circuito Camps culminó con condenas a perpetua para Etchecolatz y otros 15 represores, un avance en la justicia que no apaga el reclamo por los cuerpos de los desaparecidos, aún no identificados pese al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

En un 2025 marcado por discursos negacionistas y recortes a la educación pública, el aniversario cobra urgencia: ¿cuántos “lápices” se apagan hoy por falta de presupuesto o por amenazas a la democracia?

Hoy, las calles argentinas se llenan de vida para honrar a esos jóvenes. En La Plata, epicentro del dolor, cientos de estudiantes secundarios, docentes y organismos de derechos humanos marcharon desde Plaza Olazábal (calle 7 y 38) hasta la Plazoleta de los Lápices (Diagonal 78 y 8), bajo el lema “Los lápices siguen escribiendo”.

El gobernador Axel Kicillof se sumó a la movilización, descubriendo una placa en el Ministerio de Infraestructura en memoria de los desaparecidos, y enfatizó: “La memoria es una advertencia contra el autoritarismo”. La Unión de Estudiantes Secundarios (UES) lideró el acto, recordando que “marchamos por los pibes de La Noche de los Lápices, por la liberación de Cristina Fernández de Kirchner y por un país con igualdad”.

En Rosario, una multitud de estudiantes, docentes y organizaciones sociales se concentró en Plaza San Martín a las 16 horas, marchando hacia el Monumento Nacional a la Bandera con cortes de tránsito, en un reclamo por la educación pública y contra la represión actual.

Paraná, en Entre Ríos, vivió un día completo de actividades: charlas y talleres en la sede de AGMER (10-12 y 15-17 hs), un taller de bordado colectivo para una bandera del 24 de marzo, y un festival en Plaza Sáenz Peña con música en vivo, radio abierta “Lugares de memoria”, lecturas de poesías y puestos de artesanos, organizado por la Multisectorial de Derechos Humanos para enlazar memorias locales con los 30 años del Monumento a la Memoria.

En Córdoba, jóvenes y organizaciones marcharon por el centro, reivindicando derechos estudiantiles y la memoria colectiva en el Día Nacional de la Juventud. Y en General Roca (Río Negro), UnTER organizó actos para recordar no solo a los platenses, sino a estudiantes chaqueños y neuquinos desaparecidos, como Leticia Veraldi, secuestrada en Cipolletti.

Estas conmemoraciones no son rituales vacíos; son puentes entre el pasado y el presente. En un país donde la juventud sigue luchando por educación gratuita y contra el ajuste, los lápices de 1976 inspiran a las nuevas generaciones.

Como dijo la presidenta de la UES, Amparo Mendoza Padilla: “Marchamos con 30.000 razones para no olvidar”. A 49 años, el mensaje es claro: la memoria no se negocia, y la lucha por los derechos estudiantiles –desde el boleto hasta la gratuidad educativa– sigue vigente. Porque, como reza la consigna, los lápices siguen escribiendo historia.


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