Lula vuelve a la geopolítica con la gran herramienta negociadora del siglo XXI: el cambio climático

Lula vuelve a la geopolítica con la gran herramienta negociadora del siglo XXI: el cambio climático

La gran herramienta negociadora de Brasil en el siglo XXI no es nuclear ni financiera, pese a ser la principal economía de América Latina: Luiz Inácio Lula da Silva mostró ante Joe Biden en la Casa Blanca que en su mandato 3.0 se propone ser el líder del Sur Global, capaz de dialogar con las potencias sobre medio ambiente, transición energética y compensación de los ricos hacia las naciones subdesarrolladas.

Por Pablo Giuliano, corresponsal de Télam

El primer resultado es que Estados Unidos decidió impulsar su ingreso al Fondo Amazonia, el fideicomiso global que tiene Brasil como compensación en caso de reducir la deforestación, al que aportan Noruega, Alemania y la petrolera estatal Petrobras, según el comunicado conjunto firmado en Washington ayer por la noche.

A partir del medio ambiente (Brasil tiene el 60% de la Amazonía) y del legado de devastación ambiental y social dejado por la gestión de Jair Bolsonaro en la gran selva sudamericana, este nuevo Lula lleva, a los 77 años, las reivindicaciones históricas como la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y una defensa del multilateralismo para proponer un grupo de paz para la guerra de Ucrania a la escena internacional, a poco más de un mes de haber asumido y a menos de un mes de sufrir un intento de golpe de Estado.

“Con esta relación entre los presidentes Lula y Biden estamos viendo ahora a dos demócratas trabajando en una agenda conjunta y no impuesta”, destacó en una entrevista con Télam Vinicius Vieira, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Fundación Armando Alvares Penteado (Faap) e investigador asociado de la pública Universidad de Sao Paulo (USP).

En ese sentido, explicó que es inédito el gran respaldo dado por Biden a Lula en su elección como presidente y en el rechazo al asalto a los tres poderes del Estado del 8 de enero.

“Que Estados Unidos diga que está apoyando la democracia en Brasil es una compensación histórica por el estímulo a los golpes”, dijo Vieira, quien equiparó la actual relación a la alianza forjada en un trato de respeto al interés mutuo entre Franklin Delano Roosevelt y Getulio Vargas en los años 30.

Para el investigador, el perfil de Lula en su tercer mandato permite a Brasil ser “tal vez el único país en hacer equilibrio entre China, Estados Unidos y el intento de reindustrializarse”.

“El fin del ciclo de commodities significó desestabilización (por reducción de los valores de las compras chinas) y eso puede generar una naciente alianza inédita entre Brasil y Estados Unidos, que puede resultar en la integración de la infraestructura sudamericana”, consideró.

Brasil estaría en condiciones, así, de generar competencia entre estadounidenses y chinos para llegar a su objetivo final de reindustrializarse.

En lo político, Lula y Biden quedaron unidos por el espanto en su oposición a los líderes de extrema derecha de sus respectivos países, Bolsonaro y Donald Trump.

Estados Unidos perdió desde 2009 su hegemonía como principal socio comercial de Brasil y cedió el lugar a China, que tiene otro perfil: ya que más del 90% de lo que compra del gigante sudamericano son commodities, entre ellas soja, mineral de hierro y productos petroquímicos.

A su alrededor, la hegemónica industria paulista ha visto cómo en los años de Bolsonaro (2019-2022) China ocupó el lugar de sus socios sudamericanos, entre ellos Argentina.

La reunión con Biden en la Casa Blanca ocurre luego de que Lula visitara Argentina y Uruguay y decidiera el regreso de Brasil a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un grupo al que Brasilia quiere darle relevancia junto con los Brics, el foro internacional que compone junto a Rusia, China, India y Sudáfrica.

Lula propuso a la expresidenta Dilma Rousseff como futura directora del New Development Bank, el banco de los Brics con sede en Shanghái, que servirá como instrumento para atraer a nuevos países al bloque de gigantes emergentes.

El presidente además designó como ministra de Ambiente a Marina Silva, la gran figura del desarrollo sustentable, cuya área terminó siendo el principal tema que llevó Brasil a Washington.

La diplomacia ambiental brasileña impulsa una suerte de “OPEP” del clima que tenga como protagonistas centrales a Brasil, Congo e Indonesia, que poseen las principales selvas tropicales del planeta, según le dijo a Télam la hoy ministra Silva.

El diario Folha de Sao Paulo, vinculado en su línea editorial al mercado financiero, indicó que hubo “decepción” de Brasil porque Biden ofreció apenas 50 millones de dólares para el Fondo Amazonia, si es que obtiene la autorización del Congreso.

“Si Estados Unidos ingresa, esto puede llevar al G7 (Grupo de los siete países más ricos del mundo) a aportar al fondo de compensaciones climáticas con el que Brasil quiere hacer cumplir el Acuerdo de París. Esto convierte al tercer mandato de Lula en relevante para buscar contribuir a la gobernanza global”, aseguró Vieira.

En su conferencia de prensa después de visitar a Biden, Lula defendió una articulación por exigir compensaciones para trabajar en la preservación ambiental y el mantenimiento de las poblaciones amazónicas no solo de Brasil, sino de los países sudamericanos y del resto del Sur Global.

El mandatario aclaró que “no se renunciará a la soberanía”, pero sí se debería usar el dinero para desarrollar ciencia y tecnología con la selva en pie, aumentando la fiscalización contra la deforestación.

Brasil tiene como meta la deforestación cero en 2030 y el tiempo para compensar a los 25 millones de amazónicos con desarrollo y consumo es contrarreloj, sobre todo en un área de violencia política y económica por disputa de tierras y riquezas como ocurre en la tierra indígena yanomami, donde la mafia de la minería ilegal controla desde hace años la región.

El otro punto destacado de la visita de Lula es que el exsindicalista metalúrgico nuevamente se posicionó como un posible mediador internacional, en este caso ante la guerra en Ucrania, luego de que se frustrara en 2009 y por obra del entonces mandatario estadounidense Barack Obama, su mediación ante Irán, cuestionado por el desarrollo de energía nuclear.

En el comunicado conjunto, la Casa Blanca logró que Lula condenara la invasión rusa a territorio ucraniano y la “anexión” de territorios del Donbass, la región del este ucraniano de mayoría rusoparlante, una posición que hasta el momento apenas era verbalizada.

Lula reiteró que se opone a enviar municiones, como se lo pidieron Francia y Alemania, y declaró la neutralidad para poder posicionarse como mediador.

Sin embargo, dijo que ese rol se lo propondrá en marzo al presidente Xi Jinping cuando visite China.

“Lula -según el analista Vieira- quiere ir más allá de considerar a Brasil una potencia mediana, quiere ser un país mediador reconocido como pueden serlo los escandinavos, Canadá o Australia. Él se posiciona como garante global por su reputación elevada, su resurrección política”.

Para Vieira, a nivel personal este movimiento puede formar parte de que Lula pueda buscar el Nobel de la Paz, en un país que nunca ganó ese galardón.

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