En pleno arranque de la cumbre del Mercosur en Buenos Aires, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se dirigió directamente al hogar de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, donde ella cumple prisión domiciliaria tras ser condenada por corrupción. Fue un reencuentro de casi una hora —aproximadamente 45 minutos— que sacudió el tablero político local e internacional.
La reunión, autorizada por un juez un día antes, no estuvo contemplada en la agenda oficial. Lula abandonó la cumbre para visitar el departamento de Constitución, regresando rápido al Palacio San Martín. La visita impactó no solo por quiénes eran, sino por el contexto: ambos han sido víctimas de “lawfare”, persiguiendo con causas judiciales que denotan una artimaña política. Kirchner lo remarcó en redes: “fue más que un gesto, fue un acto político de solidaridad”.
El giro diplomático fue notorio. Mientras la relación entre Lula y el argentino Javier Milei transcurre en tensión —sin contacto oficial ni diálogo directo en el Mercosur—, Lula optó por reforzar su vínculo ideológico con Kirchner. Aun así, ambos países siguen impulsando pactos económicos: durante la cumbre Lula asumió la presidencia pro tempore del Mercosur y anunció nuevos acuerdos arancelarios.
Fue también una jugada política: una respuesta al gesto de Milei con Bolsonaro en 2023, y una reafirmación de que, cuando el “nosotros” político se organiza, ni la cárcel ni la censura pueden silenciarlo.
Kirchner publicó varias fotos del abrazo, acompañadas por una exaltación emotiva: “Lula fue perseguido, lo quisieron callar… volvió con el voto del pueblo brasileño. Hoy su visita fue un acto político”.
Lula, por su parte, llamó a su amiga para alentarlo a “mantener la lucha por la justicia”. Ambos compararon sus procesos judiciales, denunciando una estrategia regional de persecución política .
Desde el Gobierno de Milei, se intentó minimizar la situación: aseguraron que hubo suficiente custodia sin alterar la seguridad, y que “si él fuera Lula, también lo harían” .
Por fuera del gesto simbólico, este hecho plantea interrogantes sobre la construcción de micros discursos políticos. ¿Puede un acto personal transformarse en un cuestionamiento institucional o en una maniobra diplomática? Kirchner lo afirma sin vueltas: la Argentina vive una “deriva autoritaria” con “terrorismo de Estado de baja intensidad”, medida por represión política, espionaje y restricciones a la libertad de prensa.
La Justicia suiza calificó a la Argentina como el país con la mayor caída en libertad de prensa en dos años, y reporteros gráficos han sido víctimas de agresiones durante las movilizaciones populares . A esto se suma un plan secreto de inteligencia nacional que permitiría el espionaje interno por disidencia, y el proyecto de Bullrich para monitorear redes —sin orden judicial— y detener preventivamente a críticos del gobierno .
La visita de Lula no incluyó declaraciones oficiales ni fotos en balcones. Fue breve y potente. Sus efectos ya se perciben:
- En la diplomacia, tensiona aún más el vínculo bilateral entre Brasil y Argentina.
- En lo interno, fortalece a la oposición peronista y su narrativa de persecución.
- En lo internacional, recalienta el debate sobre la independencia judicial y la libertad de prensa en la región.
Por ahora, Kirchner aguardará resultados judiciales y continuará sus apelaciones en tribunales internacionales, emulando la estrategia de Lula tras la anulación de su condena.
En tiempos de grieta y tensión, el brazo extendido de Lula a la expresidenta simboliza una declaración: cuando la persecución judicial se impone, la solidaridad y la visibilidad se erigen como la nueva trinchera democrática.