Raúl Álvarez: Un legado de música y amistad

Raúl Álvarez: Un legado de música y amistad

Desde el escenario de la Fiesta del Chamamé, Antonio Tarragó Ros , transita su momento entre canciones y anécdotas. Comenza a lloviznar. Bajo la vista al celular para consultar el pronóstico del tiempo. Por hábito, miro el WhatsApp y ahí esta el mensaje: ¿Te enteraste de que murió Raúl?

Entonces la pena y los recuerdos se unieron. Prendidos a los acordes del acordeón de Antonio, me llevaron a aquel día en que Conocí a Raúl Álvarez.

Alfredo Pucheu me llamó a su oficina, me presentó a Álvarez y me pidió que me ocupara de su proyecto: Raúl quería hacer un videoclip con un tema musical que había compuesto y que interpretaban con su conjunto folklórico.

Esa tarde, en la casona de la calle Leyria, conocí al “Vasco” Elorrieta, a Carlos Rojas y Oscar Rodriguez, quienes, junto a Raúl, fundaron Los del Leovú. Decidimos aquella noche que no filmaríamos un videoclip, sino que haríamos un programa de una hora con varias canciones compuestas por Raúl.

El sonido lo grabamos en Pro Watt, con “Rafa” (Rafael Guarino) en la consola. En aquellos años, las carencias tecnológicas se resolvían con ingenio. Grabamos diez canciones en escenarios naturales haciendo playback reproduciendo el audio desde una casete TDK. La presentación del programa en TV2 fue un éxito: “todo Azul lo vio”, y, a pedido del público, debímos reiterarlo.

En esas jornadas de trabajo nació mi amistad con Raúl, quien, tras el éxito del programa, me ofreció ser representante de Los del Leovú . Compartimos giras por la zona y varias presentaciones en Canal 8 de Mar del Plata. Años después, sería yo quien lo invitara a ser parte del equipo de Crónicas de Nuestra Gente, un ciclo de programas documentales que, con Damián Dileo en la cámara y los textos de Raúl, rescató historias de maestras rurales, alambradores, poetas, músicos y artesanos azuleños.

Después vino Sentir Nativo, un proyecto televisivo ambicioso para los años 80. La idea de Raúl Álvarez era unir todas las ciudades bonaerenses a través de sus cantores populares. Y salimos a los caminos. Con una cámara Hitachi, una casetera Panasonic y varios casetes Umatic, fuimos en busca de los músicos y cantores de cada pueblo.

Creo que Alfredo nunca supo las condiciones en las que viajaban sus queridos equipos de televisión. A veces nos llevaba el hermano de Raúl en su rastrojera. En invierno, al llegar a algún hotelito, antes de ir a descansar, había que cubrir el motor con papeles y cartones, porque si se helaba hasta que no calentaba el sol, no arrancaba. Otras veces el transporte era un viejo camión que el suegro de Raúl usaba en su chacra y que no avanzaba a más de 60 kilómetros por hora. Los viajes más confortables los hicimos en la Chevrolet celeste de Raúl, que un día en Saladillo dijo “basta”. Terminamos ese viaje gracias a la solidaridad de un camionero que se ofreció a llevarnos.

A pesar de las dificultades en el transporte, Sentir Nativo fue un excelente programa de televisión, avanzado para la época. Planteaba falsos vivos y enlaces entre el conductor (Raúl) y el periodista (yo), que dialogábamos desde ciudades diferentes.

Cuando, en 2001, con Juan Etcheberry fundamos Radio del Pueblo, Sentir Nativo , en su versión radial, fue durante varias temporadas parte de la programación.

Otro viaje inolvidable fue el que hicimos para acompañar a Lucio Rancez al Monte Chaqueño, cuando fue a cantar invitado por el Chaqueño Palavecino.

La última vez que nos vimos, me contó que venía de un viaje por el norte. Él y Susi se habían jubilado y estaban cumpliendo el sueño de viajar siguiendo la huella de las canciones, conociendo los pueblos inmortalizados en las letras de nuestro folclore.

Este es el Raúl que conocí: apasionado por la música folclórica, capaz de poner el cuerpo y el dinero para levantar Adifa Cultura en su momento más difícil. El Raúl orgulloso de Andrea y Pato, siempre soñando, tomados de la mano con Susi en esa casa que era, a la vez, sala de ensayos y hogar. El Raúl cantor, compositor, conductor de programas folklóricos, imaginativo y creativo.

La última estrofa de María Va busca el canto colectivo en esta noche correntina de enero. Allá en Azul, ha muerto un amigo. Mentira. Los seres sensibles, capaces de emocionarse con una canción, no mueren: se hacen música y se quedan ahí, alegrándonos la vida cada vez que un musiquero pulsa la guitarra.

Miguel Di Spalatro

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